Gracias a Microteatre Barcelona la obra había podido abrir sus puertas al mundo. Podía haber sido ese su recorrido, su principio y su final. Una historia en la que había trabajado todo un equipo y que durante un mes se incluyó en su programación y pudo ser representada.
¿Punto y final?
Era lo previsible… pero ¡no!
Valoramos la posibilidad de cambiar de registro, de dar a la historia una trayectoria más larga. Habían muchas ventajas:
— Todo el equipo habíamos también trabajado en el mundo del cine.
— Los requisitos eran mínimos. No precisaba una producción compleja.
— Todos disfrutamos de la historia, y aún podíamos disfrutar más.
— El mensaje era positivo, aunque crítico, deseamos un mundo mejor para todos.
¿ Y por qué no?
Nadie del equipo estaba buscando conquistar ningún olimpo, ni siquiera que los ingresos fueran un medio de vida, había sido un trabajo hecho por y para disfrutar, para compartir un trabajo en equipo de personas que disfrutaban del mundo del espectáculo desde la minúscula plataforma del microteatro.
Y si habíamos llegado hasta aquí….
Podíamos dar un paso más. Ofrecer a un público más amplio, más disperso, que no se limitara únicamente a una localidad. Esa es la magia del cine.
No hacen falta grandes medios, pero sí unos mínimos. No era necesaria una costosa producción, pero sí el trabajo y dedicación de quien pone el alma.
¿Y la recompensa?
La mejor. Despertar las conciencias críticas para crear un mundo mejor.
En eso estamos….